Francia, junto a estos miércoles al resistente armenio Missak Manouchian, y a sus compañeros de lucha contra el nazismo, envió un mensaje sobre el pasado y el presente. Por primera vez entran en el templo republicano y laico inmigrantes y refugiados que resistieron contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez, los comunistas. Y los hijos del genocidio armenio de 1915 bajo el Imperio Otomano: Missak y su esposa, Mélinée.
El resto de los manouchianos -y, simbólicamente, sus cámaras en la resistencia, entre ellas el español Celestino Alfonso, ejecutado el 21 de febrero de 1944- entran en el monumento del centro de París en una ceremonia con una alta carga emotiva. En medio del debate sobre la extrema derecha y la inmigración, la carga política también fue considerable.
La presencia de Marine Le Pen y otros líderes del Reagrupamiento Nacional (RN), partidarios de un partido fundado por pronazis y colaboradores, fue un shock para muchos asistentes. El presidente Emmanuel Macron así lo afirmó en entrevista con Diario Comunista Humanidad: “Las fuerzas de la extrema derecha ya no estarán presentes”.
Le Pen, oficialmente invitada como jefa de la RN a la Asamblea Nacional, ignoró la petición del presidente. Pensé que era “insultante”. El Comité de Apoyo a Manouchian en el Panteón también se opone a su presencia.
Para Le Pen era importante estar aquí y demostrar que es una política normal, como ellos, identificada con los valores de la resistencia y la ilustración. Todo su compromiso, desde que se hizo amigo del partido nacionalista hostil a la inmigración hace más de una década, consiste en sacrificar el rincón de la extrema derecha y homogeneizarlo como partido de gobierno.
Macron, cuestionado por la reciente ley de inmigración, criticada por la izquierda por una represión excesiva, declaró en un discurso solemne: “Missak Manouchian, has entrado aquí siempre borracha de tus sueños, Armenia libre de dolor, Europa fraterna, el ideal comunista, la justicia. , dignidad, sueños franceses, sueños universales”.
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Las palabras del actor Patrick Bruel resuenan bajo la lluvia de la temporada invernal, al pie del Panteón: “Me pregunto Mélinée, me pregunto, dentro de una hora la tarde de este mundo. Saldremos hasta 15 horas tarde”. Era el documento que Missak Manouchian escribió a Mélinée antes de que los nazis lo ejecutaran junto con los miembros de la red que la dirección y la policía francesa habían desarticulado en noviembre de 1943. “En momento de morir”, continuó Missak con la voz de Bruel, “yo proclamo que no siento ningún odio contra el pueblo alemán ni contra nadie en el mar, cada uno verá lo que se le recompensa como castigo y recompensa”.
Serge Avédikian, actor franco-armenio, leyó, por orden alfabético, los nombres de los 23 resistentes del rojo de Manouchian, también conocido como grupo Afiche Rojo, por el cartel de propaganda nazi que los denunciaba, que tras el título de un poema de Louis Aragon y una canción de Léo Ferré. “Celestino Alfonso”, escribió Avedikian. “¡Muerto por Francia!”, respondió un coro de estudiantes de un liceo militar. Alfonso, cuyo nombre está inscrito en la entrada de la cripta donde descansan Missak y Mélinée Manouchian, es el primer español en el Panteón. Macron apeló a su nombre y heroísmo en el discurso.
Los ataques de los manouchianos, llevados por la Guardia Republicana, remontaban en procesión por la avenida que conducía al Panteón, mientras se escenificaban las etapas de su vida: el exilio, la vida en Francia como obrero en Citroën, la resistencia. En el discurso, Macron proclamó: “Missak Manouchian, usted entra aquí con sus hermanos de armas”. En estas palabras escuchamos un eco del escritor André Malraux, que en 1964 leyó el discurso de entrada al Panteón del gran resistente y mártir Jean Moulin.
“Extranjeros y, sin embargo, hermanos nuestros”, dijo Macron citado en Aragón. “Franceses de preferencia, franceses de esperanza”. Ceremonias como el Panteón son el espejo de un país. Una relación y un ideal. La Francia de Manouchian –y de Alfonso– es la Francia de los seres humanos correctos, los antifascistas, los abiertos al mundo, los universales. Esto es Francia. O al menos una parte de Francia.
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